En el poder del Espíritu es un sermón para el Día de Pentecostés, basado en Hechos 2.42-47, delineando las siete características de una Iglesia en misión.
Resumen
El Espíritu Santo es una figura central en la Biblia, presente desde Génesis hasta Apocalipsis.
En el Antiguo Testamento, se le describe como una fuerza que capacitaba a personas para tareas específicas, como en el caso de Sansón (Jueces 14:5-6), donde el Espíritu le dio fuerza sobrenatural, pero no permaneció con él. Los profetas, sin embargo, anunciaron un cambio: Dios derramaría su Espíritu sobre todo su pueblo (Joel 2:28-29), prometiendo una relación más íntima y permanente.
En el Nuevo Testamento, esta promesa se cumple. Juan el Bautista habló de un bautismo en el Espíritu Santo (Mateo 3:11), que significaría una inmersión en el poder y presencia de Dios. Jesús confirmó esta promesa (Juan 14:15-17), asegurando que el Espíritu estaría para siempre con los creyentes, a diferencia de la experiencia temporal del Antiguo Testamento.
El cumplimiento se manifestó en Pentecostés (Hechos 2:1-4), cuando el Espíritu descendió con poder sobre los discípulos, permitiéndoles proclamar el evangelio en múltiples lenguas. Pedro explicó que esto era el cumplimiento de la profecía de Joel: el Espíritu ya no era solo para unos pocos, sino para toda la Iglesia.
Características de una Iglesia llena del Espíritu
El libro de Hechos describe los efectos de esta llenura en la comunidad cristiana:
1. Crecimiento: Miles se convirtieron (Hechos 2:41).
2. Enseñanza: Perseveraban en la doctrina apostólica (v. 42).
3. Adoración: Oración, comunión y celebración de la Cena del Señor (v. 42, 46).
4. Misericordia: Compartían sus bienes con los necesitados (vv. 44-45).
5. Mayordomía: Administraban recursos con responsabilidad (v. 45).
6. Unidad: Vivían en armonia y propósito común (v. 46).
7. Misión: Proclamaban el evangelio, participando en la misión de Dios (Hechos 1:8).
Conclusión
Dios sigue invitándonos a vivir en el poder del Espíritu Santo, no como una fuerza ocasional, sino como una presencia transformadora que fortalece nuestra fe, unión y testimonio. Que nuestras comunidades reflejen estas características, siendo luz en el mundo bajo la guía del Espíritu.
