Un sermón sobre Hechos 1.4-5, enfocando en el impacto del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia:
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”
Medios
Texto
Una meditación sobre el primer capítulo del libro de Los Hechos de los Apóstoles, enfocando en la promesa del bautismo en el Espíritu Santo.
Por medio del Espíritu Santo, Dios le da a la Iglesia:
El fruto del Espíritu: Un sermón temático-doctrinal, basado en Gálatas 5:22-23. Note que la palabra “fruto” es un término colectivo. Por lo tanto, hablar del “fruto” o de los “frutos” es prácticamente lo mismo.
En el poder del Espíritu es un sermón para el Día de Pentecostés, basado en Hechos 2.42-47, delineando las siete características de una Iglesia en misión.
El Espíritu Santo es una figura central en la Biblia, presente desde Génesis hasta Apocalipsis.
En el Antiguo Testamento, se le describe como una fuerza que capacitaba a personas para tareas específicas, como en el caso de Sansón (Jueces 14:5-6), donde el Espíritu le dio fuerza sobrenatural, pero no permaneció con él. Los profetas, sin embargo, anunciaron un cambio: Dios derramaría su Espíritu sobre todo su pueblo (Joel 2:28-29), prometiendo una relación más íntima y permanente.
En el Nuevo Testamento, esta promesa se cumple. Juan el Bautista habló de un bautismo en el Espíritu Santo (Mateo 3:11), que significaría una inmersión en el poder y presencia de Dios. Jesús confirmó esta promesa (Juan 14:15-17), asegurando que el Espíritu estaría para siempre con los creyentes, a diferencia de la experiencia temporal del Antiguo Testamento.
El cumplimiento se manifestó en Pentecostés (Hechos 2:1-4), cuando el Espíritu descendió con poder sobre los discípulos, permitiéndoles proclamar el evangelio en múltiples lenguas. Pedro explicó que esto era el cumplimiento de la profecía de Joel: el Espíritu ya no era solo para unos pocos, sino para toda la Iglesia.
Características de una Iglesia llena del Espíritu
El libro de Hechos describe los efectos de esta llenura en la comunidad cristiana:
1. Crecimiento: Miles se convirtieron (Hechos 2:41).
2. Enseñanza: Perseveraban en la doctrina apostólica (v. 42).
3. Adoración: Oración, comunión y celebración de la Cena del Señor (v. 42, 46).
4. Misericordia: Compartían sus bienes con los necesitados (vv. 44-45).
5. Mayordomía: Administraban recursos con responsabilidad (v. 45).
6. Unidad: Vivían en armonia y propósito común (v. 46).
7. Misión: Proclamaban el evangelio, participando en la misión de Dios (Hechos 1:8).
Conclusión
Dios sigue invitándonos a vivir en el poder del Espíritu Santo, no como una fuerza ocasional, sino como una presencia transformadora que fortalece nuestra fe, unión y testimonio. Que nuestras comunidades reflejen estas características, siendo luz en el mundo bajo la guía del Espíritu.
El sermón titulado “El valle de los huesos secos”, escrito y predicado por el Dr. Pablo A. Jiménez, está basado en Ezequiel 37.1-14. El sermón ofrece un mensaje de esperanza y restauración espiritual. Ezequiel, profeta y sacerdote exiliado en Babilonia, recibe una visión divina en la que es llevado a un valle lleno de huesos secos —símbolo del pueblo de Israel devastado por el exilio y la guerra. Dios le pregunta si esos huesos pueden vivir, y luego le ordena profetizar sobre ellos. En respuesta, los huesos se unen, se cubren de carne, pero aún carecen de vida.
Dios entonces ordena a Ezequiel invocar al “espíritu” o “ruah”, palabra hebrea que también significa aliento o viento. Al soplar desde los cuatro puntos cardinales, el Espíritu de Dios vivifica los cuerpos, transformándolos en un ejército lleno de vida. Esta escena remite al relato de la creación en Génesis, donde Dios da vida al ser humano con su aliento. Así, esta visión representa un acto de nueva creación y la promesa divina de restaurar a su pueblo, aún en medio de la ruina total.
Jiménez interpreta este pasaje desde una perspectiva pastoral, subrayando que, a través del Espíritu Santo, Dios renueva y fortalece a los creyentes en los momentos más oscuros. Comparando la visión de Ezequiel con la resurrección de Jesús, afirma que la Biblia presenta un mensaje coherente de esperanza frente a la muerte y el sufrimiento. Así como los huesos secos revivieron, también nosotros podemos encontrar vida y propósito en Dios, incluso en medio del dolor.
El texto concluye con una oración ferviente para que el Espíritu Santo renueve a la comunidad creyente, afirmando que, en Cristo, es posible superar cualquier crisis. El llamado final es a no rendirse y confiar en el poder vivificador de Dios.