La gloria postrera es un sermón predicado por el Rev. Miguel Antonio Morales, pasado Pastor General de la ICDC en Puerto Rico.
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Un sermón sobre la mayordomía cristiana, basado en las Parábolas de la Oveja Perdida y de la Moneda Perdida que se encuentran en Lucas 15.1-10.
El valor de la familia es un mensaje sobre el tema de la mayordomía cristiana, basado en el Salmo 127, por el Dr. Pablo A. Jiménez. Esta prédica cristiana presenta una visión de la familia como don divino.
Como las águilas es un sermón listo para predicar sobre el tema de la esperanza, basado en Isaías 40.28-31.
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Texto: Isaías 40.28-31
Tema: El pueblo de Dios debe mirar el futuro con esperanza, sabiendo que Dios está con él en medio de la crisis.
Área: Desafío profético
Propósito: Dar esperanza al pueblo de Dios.
Diseño: Expositivo
Lógica: Inductiva
Introducción
Decir “adiós” se ha convertido en una costumbre en nuestro países. En el mundo de habla hispana la migración es común, tanto entre países hispanoamericanos como de nuestros países a los Estados Unidos.
El dolor que causa la migración
Claro está, la emigración masiva de nuestros pueblos se debe a una combinación de factores muy particulares.
Lo triste es que las personas que emigran muchas veces son rechazadas en los países donde intentan reubicarse. Lo que es más, en varias ocasiones hasta se tilda a los inmigrantes de ser criminales, es decir, de ser una carga para la sociedad.
El exilio como paradigma bíblico
Sin embargo, la fe nos da herramientas espirituales para lidiar con la crisis. La Biblia—la maravillosa Palabra de Dios—nos capacita para enfrentar y vencer los problemas de la vida. Este caso no es la excepción: La Biblia hace referencias continuas a situaciones de exilio muy similares a las nuestras.
Aunque podríamos hacer referencia a toda una variedad de textos y períodos bíblicos, hoy quiero centrarme en los tiempos del “Exilio Babilónico”. “¿Qué es eso?”, usted preguntará. El Exilio fue un período en la historia de Israel y Judá caracterizado por la deportación en masa de la población.
Comencemos recordando que Israel se constituyó como un reino en el Siglo X antes de la Era Cristiana. Sus primeros reyes fueron Saul, David y Salomón. Después del reinado de Salomón, el Reino se dividió en dos. Al norte quedó Israel, cuya capital estaba en la ciudad de Samaria. Al sur quedó Judá, cuya capital estaba en la ciudad de Jerusalén.
Israel, también conocido como “El Reino del Norte”, estuvo gobernado, en su mayoría, por una serie de hombres malvados, quienes vivían muy lejos de Dios. La historia de este reino es violenta, pues en varias ocasiones sufrió sangrientos golpes de estado que sacudieron las bases de la sociedad.
Judá, también conocido como “El Reino del Sur”, estuvo gobernado por descendientes del Rey David. En términos generales, estos hombres fueron un más piadosos que los reyes del Norte. Sin embargo, algunos fueron infieles, tanto que llevaron a Jerusalén al colapso.
Israel fue el primero que cayó en manos extranjeras, cuando fue conquistado por los Asirios. Eventualmente, Judá también cayó ante el ejercito de Babilonia.
Los babilonios tenían una práctica opresiva muy particular. Cuando conquistaban un reino, encarcelaban en campos de concentración a los hombres adultos que habían sobrevivido la invasión militar. Este fue el caso de Judá, pueblo que vio como sus líderes más hábiles y sus jóvenes de mayor potencial fueron deportados a Babilonia.
Para complicar la situación, la juventud hebrea en Babilonia sufría una enorme presión para asimilarse, es decir, para abandonar su identidad judía y para abrazar la identidad de sus captores.
Dios consuela a su pueblo
Sí, la situación es dura. Empero, la Palabra de Dios trae consuelo aun en medio de las situaciones más difíciles. Leamos el capítulo 40 del libro del Profeta Isaías. Allí encontramos palabras de consuelo, cuando Dios le ordena al profeta que anuncie el final del cautiverio. El texto dice:
El Dios de ustedes dice: «Consuelen a mi pueblo; ¡consuélenlo! ¡Hablen al corazón de Jerusalén! ¡Díganle a voz en cuello que ya se ha cumplido su tiempo, que su pecado ya ha sido perdonado; que ya ha recibido de manos del Señor el doble por todos sus pecados.» (Isaías 40.1-2)
Dios también le ordena al profeta que anuncie la construcción de un camino que llevará a su pueblo de vuelta a Jerusalén. El texto dice:
Una voz clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor; enderecen en el páramo una calzada a nuestro Dios. Que todo valle sea enaltecido; que se hunda todo monte y collado; que se enderece lo torcido y que lo áspero se allane. Se manifestará la gloria del Señor, y la humanidad entera la verá. La boca del Señor ha hablado.” (Isaías 40.3-5)
Nótese que estos anuncios fueron proféticos, es decir, que ocurrieron antes de los eventos que anuncian. Pasaron varios años antes de que estos anuncios proféticos se convirtieran en realidad.
De manera sarcástica y pesimista, algunas personas podrían cuestionar las bondades de estas profecías. ¿De qué vale saber que la situación mejorará en el futuro, cuando estamos sufriendo hoy? Y esta es la actitud de mucha gente negativa, que vive derrotada por los problemas que enfrenta.
Sí, hay personas negativas, sarcásticas y pesimistas. Pero el pueblo de Dios no puede dejarse vencer por estas actitudes malsanas. Quienes adoramos al Dios del Cielo, al Señor de la Vida, no podemos dejarnos vencer por el desánimo. Dios no nos llama a vivir derrotados. Por el contrario, Dios nos llama a vivir en esperanza, sabiendo “que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito”.(Romanos 8.28).
Una de las expresiones más hermosas de la esperanza que Dios da a su pueblo se encuentra al final de Isaías 40. El texto dice:
Tú, Jacob, ¿por qué dices que tu camino está oculto para el Señor? ¿Por qué, Israel, alegas que Dios pasa por alto tu derecho? ¿Acaso no sabes, ni nunca oíste decir, que el Señor es el Dios eterno y que él creó los confines de la tierra? El Señor no desfallece, ni se fatiga con cansancio; ¡no hay quien alcance a comprender su entendimiento! El Señor da fuerzas al cansado, y aumenta el vigor del que desfallece. Los jóvenes se fatigan y se cansan; los más fuertes flaquean y caen; pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan. (Isaías 41.27-41)
¡Escuchen la Palabra de Dios! La Biblia no niega la crisis, sino que nos recuerda que el Señor está con nosotros en medio de la crisis.
Este hermoso pasaje bíblico nos recuerda que:
Conclusión: ¡Como las águilas!
Hermanos y hermanas, este es un mensaje muy pertinente para nuestra iglesia local, para nuestra comunidad, y para todo nuestro pueblo: El pueblo de Dios debe mirar el futuro con esperanza, sabiendo que Dios está con él en medio de la crisis.
Dios nos llama a levantarnos sobre la crisis, así como las águilas remontan vuelo sobre la tierra. ¿Por qué?
Id y haced discípulos es un sermón sobre la tarea educativa de la Iglesia, basado en Mateo 28.16-20.
Introducción:
Los últimos versículos del Evangelio de Mateo (28:16-20) describen un encuentro entre el Cristo resucitado y sus discípulos en Galilea. Este pasaje es fundamental para la evangelización y la formación espiritual, ofreciendo directrices para el ministerio educativo de la Iglesia.
Contexto:
La reunión ocurre en un monte, un lugar recurrente de revelaciones divinas en el Evangelio de Mateo, comparando a Jesús con Moisés. Los discípulos, aunque dudosos, adoran a Jesús, quien afirma haber recibido “toda potestad en el cielo y en la tierra”.
El Mandamiento:
Jesús da un nuevo mandamiento: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… y enseñándoles…”. Este mandamiento se desglosa en tres puntos:
Conclusión:
El ministerio educativo de la Iglesia busca preparar a nuevos creyentes para el discipulado cristiano, promoviendo una práctica de la fe basada en las enseñanzas de Jesús. Este proceso no es teórico, sino práctico, con la promesa de Jesús de estar con sus seguidores hasta el fin del mundo (Mt. 28:20).
Un sermón expositivo sobre la vida del Apóstol Pablo, basado en Gálatas 2.15-20.
Un sermón expositivo sobre Gálatas 1.6-9.
Un sermón expositivo sobre Filipenses 1.12-30.
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El evangelio es el anuncio de la buena noticia de que Dios desea salvar a la humanidad del pecado y de sus consecuencias.
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La Iglesia de Jesucristo tiene dos propósitos principales. El primero es adorar a Dios, honrándole en todas nuestras acciones y relaciones. La adoración nos conecta con Dios y nos permite colocar la vida en la perspectiva correcta. El ser humano que no adora, no cultiva su espiritualidad y, por lo tanto, no puede alcanzar una vida plena. Para poder ser verdaderamente humano, hay que buscar, sostener y desarrollar una relación con Dios.
El segundo propósito de la Iglesia cristiana es predicar el mensaje del Evangelio de Jesucristo. Por eso, en el mundo de habla hispana las iglesias protestantes de conocen como “evangélicas”, ya que su actividad principal es proclamar el mensaje del Evangelio de Jesucristo.
Ahora bien, ¿qué es el Evangelio? ¿Qué quiere decir esta palabra tan importante para la iglesia? ¿Cuál debe ser la respuesta de la humanidad al Evangelio de Jesucristo?
El Evangelio es anuncio de la buena noticia que Dios desea transmitir al ser humano; la buena noticia de que Dios desea acercarse a la humanidad para salvarla del pecado y de sus consecuencias, para que pueda alcanzar la salvación.
El Evangelio es la buena noticia de que Dios se ha acercado a la humanidad por medio del ministerio de Jesús de Nazaret. La iglesia entiende que Dios se ha revelado en las acciones, las palabras y las enseñanzas de Jesús. También se ha revelado en su vida, tanto en su nacimiento como en su muerte. Jesús es, pues, el rostro humano de Dios, quien nos revela el carácter de Dios y quien nos llama a vivir en relación con Dios.
En Marcos 1:14-15 Jesús afirma que la buena noticia consiste en que el “reino de Dios” se ha acercado a la humanidad.
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio del reino de Dios, 15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el Evangelio.
El reino de Dios es el gobierno de Dios sobre el mundo. Este reino de Dios se opone a todos los reinos humanos, particularmente contra aquellos que explotan, matan y destruyen al pueblo.
Queda claro, pues, que el anuncio del Evangelio siempre llama al ser humano a tomar una decisión. Usted y yo tenemos que escoger a cual reino habremos de dar nuestra lealtad. Podemos darle nuestra libertad a los reinos de este mundo, que son gobernados por los seres humanos pecadores que se dejan llevar por su propios malos deseos. O, por el contrario, podemos depositar nuestra fe y confianza en el reino de Dios. El reino de Dios nos lleva a vivir de acuerdo a los valores divinos; nos invita a crecer en la fe imitando el carácter de Dios.
Cuando una persona comprende y acepta el mensaje del Evangelio de Jesucristo, comienza una relación con Dios. La persona que acepta a Jesucristo como Señor y salvador, pasa a formar parte del pueblo de Dios. Además, comienza a vivir en el poder del Espíritu Santo, el consejero enviado por Dios par acompañar pastoralmente a las personas que confiesan tener fe y confianza en la persona y la obra de Jesucristo.
Dios ya ha dado el primer paso en beneficio de la humanidad. Dios ya ha dado el primer paso para acercarse a usted, para bendecirle y para salvarle. Lo que resta es que usted se acerque a Dios.
Nos toca a nosotros, a usted y a mi, tomar una clara decisión de fe. Demuestre su fe y su confianza en Dios haciendo una oración que exprese su fe en Jesucristo. Repita esta oración de fe conmigo:
OREMOS: Dios bueno, te doy gracias por el mensaje del Evangelio, que has revelado por medio de Jesucristo. Yo me arrepiento de mis pecados y pido tu perdón. Yo confieso a Jesucristo como Señor y Salvador. Cúbreme con la sangre de Jesucristo. Sálvame del pecado y úsame para bendecir a los demás. En el nombre de Jesús. AMÉN.
El fruto del Espíritu: Un sermón temático-doctrinal, basado en Gálatas 5:22-23. Note que la palabra “fruto” es un término colectivo. Por lo tanto, hablar del “fruto” o de los “frutos” es prácticamente lo mismo.
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