¡Jesús está en la barca! (Marcos 4.35-41)

Bosquejo de un sermón listo para predicar, basado en Marcos 4.35-41, donde Jesús de Nazaret calma las aguas del Mar de Galilea.

Texto: Marcos 4.35-41 RVC

Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» 36 Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron. 37 Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. 38 Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» 39 Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma. 40 A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» 41 Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?»

Tema: Jesús nos llama a tener confiar en él, aún en medio de la tormenta.

Área: Cuidado pastoral

Propósito: Dar ánimo a la audiencia, llamándola a tener fe

Lógica: Inductiva

Diseño: Narrativo

Vídeo del sermón sobre Marcos 4.35-41

Audio – Prediquemos podcast

Introducción

Había sido un día muy productivo. Jesús de Nazaret, rodeado por sus discípulos, había pasado el día enseñando, por medio de parábolas, a la multitud (Marcos 4.1-34). Llegada la tarde, Jesús decide continuar su marcha, viajando al otro lado del mar de Galilea.

El mar de Galilea, o como se le conoce en hebreo, el «Kinneret», en realidad es un lago que se encuentra al norte del territorio nacional y que, aún hoy, divide a Israel de Siria. El lago tiene unas 33 millas o 53 km de circunferencia, 13 millas o 22 km de largo y 8 millas o 13 km de ancho. 

Por lo tanto, caminar no era una opción. Caminar alrededor del lago toma entre 3 a 4 días, mientras cruzarlo en un barco de vela sólo toma algunas horas.

Trama

Aunque caía la tarde, y en el mundo antiguo no había alumbrado eléctrico, Jesús decide cruzar el lago y le dice a sus discípulos «Pasemos al otro lado» (v. 35). Con toda seguridad, el clima debía estar en condiciones óptimas, porque de otra manera el grupo no se hubiera a aventurado a cruzar el lago a esa hora. De todos modos, para mayor seguridad, los discípulos salieron junto con otras barcas, de manera que si alguna tenía problemas las otras podrían socorrerla (v. 36). 

En los tiempos de Jesús, una barca promedio tenía unos 27 pies u 8 metros de largo, por 8 pies o 2.5 metros de ancho. Tenía una sola vela, cerca de la proa, es decir, de la parte del frente. La barca promedio acomodaba unas 12 personas. Esto quiere decir que la embarcación donde iban Jesús y sus discípulos probablemente estaba sobrecargada, pues en ella iban Jesús, sus discípulos y la tripulación. Vacía, el borde de la barca podía estar a unos 3 pies o 75 centímetros sobre el agua. Cargada, podía estar tan cerca como 1 pie o 31 centímetros de la superficie. 

De repente, como suele ocurrir en el mar de Galilea, sobrevino una tormenta (v. 37). ¿Por qué son tan comunes? Porque el mar de Galilea se encuentra en un hueco, rodeado de montañas. El nivel del agua está entre 705 pies o 215 metros a 686 pies o 209 metros debajo del nivel del mar. Por eso, en algunas ocasiones, el viento que viene del mar Mediterráneo comienza a dar vueltas sobre el lago, formando trombas marinas. Nótese que el texto bíblico solo menciona que la tormenta consistía de vientos fuertes; no menciona lluvia, ni truenos. Así que podemos concluir que la «tormenta» en realidad era una tromba marina, es decir, un tornado sobre las aguas del lago.

Punto culminante

La tormenta era tan fuerte que las olas echaban agua dentro de la barca, lo que podía hundirla (v. 37b). Aterrados, los discípulos despertaron a Jesús, quien se encontraba durmiendo sobre una almohada en la popa, es decir, en la parte de atrás de la barca (v. 38). 

Ahora bien, el problema no es que lo despertaron, sino cómo lo despertaron. En lugar de despertarlo para decirle que estuviera alerta ante el peligro que enfrentaban, lo despiertan con un reproche, con una acusación: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» (v. 38). El texto griego es aún más fuerte, porque dice: «¿No te importa que vamos a ser destruidos?».

Esa es la naturaleza humana. Cuando enfrentamos un problema, en lugar de buscar sus causas reales, le echamos la culpa a Dios. 

Para los discípulos,

El problema no era el clima.

El problema no era la topografía.

El problema no era el sobrepeso de la barca.

No. El problema es Dios; el problema es que no le importamos a Dios.

El v. 40 dice: «Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma.» Noten el verbo «reprender», que es el mismo vocablo que Marcos utiliza cuando Jesús reprende los espíritus inmundos. Por lo tanto, Jesús trata a la tormenta como si fuera un demonio, y la reprende, ordenándole que guardara silencio.

Desenlace

Como es de esperar, la tormenta terminó. Empero, la tormenta puso al descubierto el verdadero problema: Los discípulos de Jesús, a pesar de caminar con él cada día, escuchando sus enseñanzas y atestiguando sus milagros, no tenían fe: «A sus discípulos les dijo: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?”» (v. 41).

Tenían miedo porque olvidaron que Jesús estaba en la barca. 

Olvidaron que Dios está en control del mundo y de la historia.

Olvidaron que Dios tiene poder aun sobre las repentinas tormentas que puedan azotar nuestras vidas.

Olvidaron que Dios está presto a protegernos, respondiendo aún a nuestros reclamos más injustos.

«¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?»: Preguntó Jesús a sus discípulos ayer. Y Jesús nos plantea las mismas preguntas hoy. Sí, es cierto que el mundo está enfrentando una pandemia sin precedentes para las generaciones actuales; una emergencia de magnitudes no vistas desde el 1918. Empero, la vida está llena de momentos críticos. Cada uno de nosotros y cada una de nosotras ha enfrentado varias crisis en el pasado. Y, si sobrevivimos esta, enfrentaremos muchas más: «¿Por qué tenemos tanto miedo? ¿Cómo es que no tenemos fe?».

La respuesta comunica la buena noticia que tiene este pasaje bíblico para toda la humanidad: No debemos tener miedo porque:

Aún en medio de la tormenta, ¡Jesús está en la barca!

Aún en medio de la crisis, ¡Jesús está en la barca!

Aún en medio del «valle de la sombra y de la muerte» (cf. Salmo 23.4), ¡Jesús está en la barca!

¡Jesús está en mi barca!

¡Jesús está en tu barca!

!Jesús está en nuestra barca!

Tengamos valor,

Tengamos fe,

Y tengamos paz. 

Sermón sobre Marcos 4.35-41
Marcos 4.35-41
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El Dr. Luis Paz entrevista a Pablo A. Jiménez

El Dr. Luis Paz Reyes entrevista a Pablo A Jiménez en su programa de televisión, que se transmite por La Cadena del Milagro, en Puerto Rico.

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Dr. Luis Paz Reyes
Dr. Luis Paz Reyes

Será como un sueño (Salmo 126)

Será como un sueño ofrece audio, vídeo y un bosquejo listo para predicar basado en el Salmo 126, escrito y predicado por el Dr. Pablo A. Jiménez.

Bosquejo listo para predicar – Salmo 126

Texto: Salmo 126

Tema: Dios, quien nos ha librado de problemas en el pasado, nos librará de problemas futuros.

Área: Cuidado pastoral

Propósito: Inspirar a la congregación a encontrar esperanza en medio del sufrimiento, confiando en que el Dios que obró en el pasado, obrará también en el futuro.

Diseño: Expositivo

Lógica: Inductiva


  • Impacto emocional del salmo: una mezcla de nostalgia, dolor, esperanza y alegría.
  • Enfoque del mensaje: cómo el Salmo 126 refleja la dinámica de la vida de fe—entre lágrimas y risas, entre el exilio y el regreso.
  • Análisis de diferentes traducciones del v.1: ¿pasado o futuro?
  • Independientemente del tiempo verbal, el salmo describe una experiencia de redención tan profunda que parece un sueño.
  • El gozo se manifiesta en tres elementos:
    1. Sueños cumplidos.
    2. Risas que brotan del alma.
    3. Alabanza pública que reconoce el poder de Dios.
  • Aplicación: Recordar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas fortalece nuestra fe para hoy.
  • El clamor por una nueva liberación revela que el pueblo todavía enfrenta crisis.
  • La condición humana: las bendiciones del pasado no eliminan los problemas del presente.
  • Referencia a Mateo 6:34: Cada día trae su propio mal.
  • Aplicación: No debemos idealizar el pasado ni temer el futuro. Dios sigue obrando.
  • Arroyos del Neguev: imagen de renovación repentina y abundante tras una sequía.
  • El sembrador que llora: símbolo del creyente que trabaja en medio del dolor, con la esperanza de una cosecha gozosa.
  • Aplicación: Aun cuando sembramos con lágrimas, Dios promete una cosecha de gozo.
  • El Salmo 126 enseña que la memoria del gozo pasado y la fe en el Dios que actúa nos sostienen hoy.
  • Llamado a la acción: Sigamos sembrando, bendiciendo y luchando por la vida, con la certeza de que la cosecha vendrá.
  • Frase final: Aunque hoy sembremos llorando, mañana recogeremos con alegría… y viviremos como los que sueñan.

Salmo 126
Será como un sueño
la cautividad de Sión
Salmo 126
Vea otros sermones del Dr. Jiménez

10 elementos nocivos para la vida de una Iglesia local

En esta conferencia identificamos 10 elementos que son nocivos para la vida de la una congregación cristiana, de una Iglesia local.

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El ciclo de la vida congregacional: Entrevista en Prediquemos

Una conversación entre Pablo A. Jiménez & Jesús Rodriguez Cortés sobre el ciclo de vida de una Iglesia local. 

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Liderazgo Pastoral
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Pacto de oración (Hechos 12)

Un sermón sobre Hechos 12, preguntando si en verdad creemos que Dios contesta la oración de las personas de fe.

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Hasta que Dios cumpla su promesa

Un sermón sobre Hechos 1.4-5, enfocando en el impacto del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia:

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”

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Una meditación sobre el primer capítulo del libro de Los Hechos de los Apóstoles, enfocando en la promesa del bautismo en el Espíritu Santo.

Por medio del Espíritu Santo, Dios le da a la Iglesia:

1. Experiencia extraordinaria

2. Capacitación extraordinaria

3. Comunidad extraordinaria

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Cómo orar por los gobernantes

Como orar por los gobernantes, aún en momentos de crisis, es un ensayo escrito por el Dr. Pablo A. Jiménez.

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Cómo orar por los gobernantes

La iglesia de Jesucristo, a través de los tiempos, ha tenido una relación paradójica con los gobiernos de este mundo. Por un lado, la iglesia nace a consecuencia de un asesinato político: La crucifixión de Jesús de Nazaret por el gobierno colonial y el ejercito romano en Judea. Por otro lado, con el correr del tiempo, la iglesia adquirió poder político, llegando a gozar del favor de gobernantes y reyes. Esto quiere decir que, en distintos momentos de su historia, la Iglesia ha sido tanto perseguida como favorecida por los gobiernos de este mundo.

Esta situación nos obliga a reflexionar sobre preguntas importantes: ¿Cómo puede la iglesia orar por los gobernantes terrenales? ¿Debe una iglesia perseguida orar por quienes le hostigan y oprimen? ¿Puede una Iglesia favorecida por el gobierno de turno orar de manera efectiva tanto por el partido en el poder como por la oposición?

La naturaleza humana nos dice que orar por nuestros enemigos es imposible. Nuestra naturaleza pecaminosa nos lleva a pedir el juicio de Dios en contra de quienes nos oprimen.

Empero, aquellas personas que confesamos a Jesucristo como Señor y Salvador no podemos doblegarnos ante nuestra naturaleza pecaminosa (Romanos 7.5-6). Por el contrario, debemos buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios» (Colosenses 3.1, RVC). Lo que para el «hombre natural» parece locura, es posible para quienes viven bajo la dirección del Espíritu de Dios (1 Corintios 2.14).

No debe sorprendernos, pues, que la Biblia nos ordene orar por los gobernantes, como indica 1 Timoteo 2.1-4 (RVR 1960):

Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

Aquí encontramos una enseñanza que el Apóstol Pablo dejó como un legado a Timoteo, su hijo espiritual. El viejo Apóstol recomienda que la Iglesia persevere en la oración por todo ser humano (v. 1). Nótese que Pablo menciona cuatro tipos de oraciones: súplicas o «rogativas», oraciones, peticiones y acciones de gracias. De esta manera, el Apóstol cubre el amplio campo que abarca la oración.

En el v. 2, Pablo exhorta a extender esas oraciones a quienes ocupan puestos de autoridad en los gobiernos terrenales. De primera intención, esto parece un mero buen consejo que todo ciudadano y que toda ciudadana debe seguir. Sin embargo, una lectura más profunda nos recuerda el contexto histórico del pasaje. 

El Emperador Nerón gobernó Roma desde el año 54 hasta el 68 del primer siglo. Nerón comenzó su principado a los 16 años. Por un tiempo estuvo bajo la tutela de su madre, Agripina, y de su tutor, el filósofo Séneca. Sin embargo, después de la muerte de su madre, en el año 59, Nerón se tornó cada vez más violento y sanguinario. De hecho, Nerón decretó la primera persecución organizada contra la Iglesia, después del fuego que destruyó parte de la ciudad de Roma en el año 64. Sus desmanes fueron tantos, que finalmente le pidió a uno de sus secretarios que lo asesinara después de que sus propios guardaespaldas—la Guardia Pretoriana—se revelaran en su contra, en el año 68.

Ahora podemos comprender cuán sorprendente es la exhortación del Apóstol. ¡Pablo le pide a la iglesia que interceda ante Dios por Nerón, el emperador que ordenó su ejecución! Nos pide que oremos aun por aquellos gobernantes que procuran aumentar el dolor del pueblo. ¿Con qué propósito? Debemos orar por la paz, pidiendo tranquilidad y reposo para el pueblo. Debemos pedir que Dios bendiga a nuestros gobernantes, transformando sus corazones, para que puedan actuar de manera cónsona con los valores del Evangelio.

¿Y cuáles son esos valores evangélicos, valores del Reino de Dios? La Biblia nos da un excelente resumen de estas virtudes en Gálatas 5.22-23: «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.»

Esto quiere decir que nuestras oraciones deben estar dirigidas a Dios, pidiendo que su Espíritu Santo transforme a nuestro liderazgo civil, infundiéndole estos valores evangélicos. Deseamos que exhiban el fruto del Espíritu Santo en sus vidas. En fin, deseamos que tengan una experiencia espiritual que les lleve a la conversión.

Además, debemos pedirle a Dios que nuestro liderazgo civil pueda conocer la verdad y actuar conforme a ella. ¿Por qué? Porque la Biblia deja claro que la verdad es una persona; la verdad es Jesús: Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14.6). Quien se aparta de la verdad, se aparta de Jesucristo.

Oremos por el liderazgo social y político de nuestros países, particularmente por aquellas personas que usan el odio como un arma política para dividir al pueblo y incitar a la violencia. Oremos por su conversión al Evangelio de Jesucristo y por su transformación, en el poder del Espíritu Santo. Si nuestro liderazgo civil cultiva una relación con Dios por medio de Jesucristo, cosecha el fruto del Espíritu y conoce la verdad, podremos vivir quieta y reposadamente, en el nombre de Jesús, AMÉN.

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Cómo orar por los gobernantes
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En las manos del alfarero (Jeremías 18)

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Eran días malos; tiempos de crisis donde la tormenta se veía bordeando el horizonte.

Israel, el Reino del Norte compuesto por diez tribus hebreas, había caído en las manos de los Asirios. Los ejércitos extranjeros habían arrasado la ciudad, asesinado a los hombres jóvenes y adultos y violado a las mujeres. De Israel ya no quedaba nada.

Pasados casi cien años, los ejércitos babilonios acechaban al reino de Judá. La pregunta era: ¿Pasará aquí lo que pasó allá? ¿Caerá Jerusalén como cayó Samaria? ¿Será Judá borrada de la faz de la tierra?

El tema del futuro de Jerusalén dividía al liderazgo religioso de Jerusalén. La mayor parte de los sacerdotes afirmaban que Jerusalén no podía caer en manos de los ejércitos extranjeros. Afirmaban que Dios intervendría milagrosamente para garantizar la seguridad de la Ciudad Santa.

Sin embargo, el profeta Jeremías tenía una visión distinta. El profeta afirmaba que Dios había entregado la ciudad en las manos de los invasores extranjeros, debido a los muchos pecados de la comunidad. Acusaba a los reyes y las familias de los poderosos de haber violado el pacto con Dios, robando al pueblo inocente. También acusaba al pueblo de haber caído en el pecado de la idolatría, adorando a las divinidades de los pueblos extranjeros. Sus palabras eran muy duras.

Jeremías anunció que los ejércitos extranjeros invadirían Jerusalén: «Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra. Porque yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehová; vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros en derredor y contra todas las ciudades de Judá (Jer. 1:14-15).

Y sobre la idolatría del pueblo, el Profeta decía: «Cómo te he de perdonar por esto? Tus hijos me dejaron y juraron por lo que no es Dios. Los sacié y adulteraron, y en casa de prostitutas se juntaron en compañías. Como caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo. ¿No había de castigar esto?, dice Jehová. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi alma? Escalad sus muros y destruid, pero no del todo; quitad las almenas de sus muros porque no son de Jehová. Porque resueltamente se rebelaron contra mí la casa de Israel y la casa de Judá, dice Jehová» (Jer. 5:7-11).

El pueblo estaba muy confundido. ¿Cómo discernir la verdad entre estos dos mensajes? Los profetas de la corte del rey decían que Jerusalén no podía caer en manos extranjeras. Pero Jeremías anunciaba juicio, diciendo: «No confíen en esos que los engañan diciendo: ¡Aquí está el templo del Señor, aquí está el templo del Señor!» (Jer. 7:4)

Los profetas acostumbraban acompañar sus mensajes con actos proféticos que, de alguna manera, ilustraban sus enseñanzas. Jeremías hizo varios actos proféticos, pero quizás el más memorable es el que hizo en la casa del alfarero.

Jeremías escuchó la voz de Dios que le decía: «Levántate y desciende a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras» (18:2). Al llegar allí, el profeta vio al alfarero de la vecindad que estaba trabajando en el torno.

El torno de alfarero es una máquina que tiene una superficie redonda y plana (también llamada la «platina») sobre un eje que la hace girar. Sobre la platina, el alfarero modela o tornea el barro con las manos mojadas en una substancia llamada «barbotina» (una pasta con alto contenido de agua). El artesano moldea el barro por medio de apretones y estiramientos.

En la antigüedad, el torno era movido por el pie del alfarero, que actuaba sobre una pesada rueda de madera. Esto le daba al sistema suficiente inercia para girar constantemente a pesar de la presión y el freno que ejercía el alfarero sobre el barro.

Mientras el profeta veía al alfarero trabajar, notó que la vasija le estaba saliendo mal (v. 4). Entonces, usando el mismo barro, el alfarero unió la masa y volvió a empezar. Esta vez, la vasija quedó bien y el alfarero pudo colocarla en el horno (v. 5).

En ese momento, Dios volvió a hablarle al profeta, diciendo: «¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel?, dice Jehová. Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel.» (v. 6).

Ese día el pueblo de Judá comprendió el mensaje que Dios le había dado a Jeremías. Dios no deseaba destruir a su pueblo. Del mismo modo que el alfarero podía hacer otra vasija de la misma masa de barro, Dios quería darle una nueva forma a su pueblo. Como el alfarero no desecha el barro, Dios no deseaba desechar a su pueblo.

Dios desea que su pueblo comprenda que ha pecado y que, arrepentido, regrese a la comunión con Dios. Dios no desea destruir a su pueblo, como tampoco desea substituirlo por otro pueblo. Dios desea darnos una forma nueva, un camino nuevo, un futuro nuevo.

Lamentablemente, el pueblo de Judá no cambió sus caminos y terminó oprimido por los babilonios. El liderazgo político, cívico y religioso fue deportado a Babilonia, donde fue encarcelado en campos de concentración. El liderazgo militar fue asesinado. Pasaron varias décadas antes que el pueblo judío pudiera volver a su tierra.

Lamentablemente, muchas personas hoy leen este pasaje como una pieza arqueológica. Lo ven como una reliquia del pasado, que habla de las tribulaciones del antiguo pueblo de Israel. No piensan que tiene pertinencia alguna para sus vidas.

Yo les propongo otro camino. Leamos este pasaje bíblico como lo que es: palabra de Dios para nosotros hoy. Dios le dice hoy a nuestro pueblo que debe mejorar sus caminos y sus obras si quiere un futuro de paz y prosperidad. Por mucho tiempo nos hemos amparado en la idea de que «nada malo nos puede pasar». Mientras tanto, el crimen arropa nuestra tierra, derramando la sangre de personas inocentes.

Basta ya; basta ya de usar el nombre de Dios en vano para justificar nuestros excesos. La corrupción tiene un precio muy alto. La crisis de valores que carcome nuestro pueblo nos está matando a plazos cómodos. Si no cambiamos nuestros caminos, enfrentaremos el juicio de Dios.

La buena noticia es que el juicio de Dios no destruye, sino que transforma. Dios no quiere destruirte, sino que quiere darle una vida nueva.

Dios no quiere destruir a la iglesia, sino que quiere transformarla en una comunidad de fe vibrante que bendiga a toda nuestra comunidad tanto con sus palabras como con sus obras de misericordia.

Dios no quiere destruir al pueblo, sino que quiere darle un nuevo futuro, en el nombre del Señor. AMÉN.

Con vino y aceite: Un sermón narrativo sobre el Buen Samaritano (Lucas 10.25-37)

Un sermón narrativo en primera persona sobre el Buen Samaritano, una parábola que se encuentra en Lucas 10.25 al 37.

Sobre el Buen Samaritano – Medios

El Buen Samaritano – Lucas 10.25-37

En ese momento, un intérprete de la ley se levantó y, para poner a prueba a Jesús, dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» 26 Jesús le dijo: «¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees allí?»27 El intérprete de la ley respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.» 28 Jesús le dijo: «Has contestado correctamente. Haz esto, y vivirás.»

29 Pero aquél, queriendo justificarse a sí mismo, le preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» 30 Jesús le respondió: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, que le robaron todo lo que tenía y lo hirieron, dejándolo casi muerto. 31 Por el camino descendía un sacerdote, y aunque lo vio, siguió de largo. 32 Cerca de aquel lugar pasó también un levita, y aunque lo vio, siguió de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él 34 y le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura y lo llevó a una posada, y cuidó de él. 35 Al otro día, antes de partir, sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada, y le dijo: “Cuídalo. Cuando yo regrese, te pagaré todo lo que hayas gastado de más.” 36 De estos tres, ¿cuál crees que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?» 37 Aquél respondió: «El que tuvo compasión de él.» Entonces Jesús le dijo: «Pues ve y haz tú lo mismo.»

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el Buen Samaritano - Lucas 10.25-37
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